El programa DACA, conocido por sus siglas en inglés, creado por el expresidente Barack Obama (2009-2017) desató el potencial económico de casi 800.000 jóvenes que habían sido traídos a Estados Unidos de manera irregular cuando eran niños; la cual les protegió de la deportación y les otorgó permisos de trabajo temporales, permitiéndoles entrar a la fuerza laboral o abrir negocios.
Para muchas personas que llegaron cuando eran muy jóvenes, exclaman que DACA representó un mundo, en el que podrían tener nuevas oportunidades laborales, tener una licencia de conducir y «existir sin miedo» de ser deportados.
El programa surgió como algo temporal. Muchos expertos creen que la forma para que estos jóvenes puedan lograr un estatus permanente es a través de una reforma migratoria integral que apruebe el Congreso. Hace años que eso no se logra debido a la oposición del partido republicano.
El miércoles los jóvenes acogidos por el programa —conocidos como «soñadores» o «dreamers»— y activistas de inmigración ofrecieron ruedas de prensa y marcharon en la capital estadounidense y en diferentes ciudades del país para marcar una década de DACA y exigir al Congreso protecciones permanentes para los «dreamers» y millones de inmigrantes que viven sin autorización legal. En 2017, el por entonces presidente republicano Donald Trump terminó el programa. Desde ese momento, DACA ha estado a la deriva, dependiendo de órdenes judiciales y acciones gubernamentales que lo cancelan o lo devuelven a la vida.
En 2021, un juez de Texas falló que el programa era ilegal. El magistrado lo dejó vigente solo para quienes ya se amparaban con él, vetando así a nuevos aspirantes. El gobierno de Joe Biden apeló esa orden y ahora una corte de apelaciones debe decidir quien tiene razón.
Debido al fallo del juez de Texas el año pasado, muchos jóvenes que solicitaron acogerse al programa por primera vez se quedaron fuera de este.